Desde la fundación nuestra Orden siguió a Jesús, haciéndole presente como amigo y redentor entre los cristianos que (…) se hallaban expuestos al peligro de perder la fe; así cumplió la palabra del Evangelio: «El Espíritu del Señor está sobre mí…; por eso me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos.» Lc 4,18
Los mercedarios seguimos apostando por atender a nuestros hermanos presos, muchas veces víctimas de le exclusión social, pero sin olvidar el drama injusto de las víctimas.
Comprometidos con la Iglesia de Cristo, a la cual servimos extendiendo y haciendo posible, con nuestro trabajo y dedicación el restablecimiento del Reino de Dios.
A imagen de María de la Merced, somos parte de esa Iglesia -pequeña, sencilla, callada y muchas veces irrelevante- que sirve a sus hermanos cautivos, como si del mismo Cristo se tratara.
Comprometidos con los hombres, nuestros hermanos, en una sociedad poco sensible y mucha veces injusta e insolidaria.
Hablamos de un compromiso digno, profundo y auténtico – desde 1218– donde muchos religiosos de forma anónima han sido: esperanza, consuelo, cariño, cercanía y justicia para tantos hermanos caídos y hundidos bajo el peso de «cadenas y miserias».
¿Nuestro compromiso con quién?
El compromiso con el principio de liberación de la Orden de la Merced sigue firme, por eso abanderamos proyectos que propenden por la liberación de las cadenas de la ignorancia, la esclavitud y la pobreza, entre otras.
Aplicamos una acción social integral del mundo de la prisión,
ANTES – DURANTE – DESPUÉS,
con el objetivo de brindar libertad y dignidad.
Utilizamos todas las herramientas que tenemos a nuestra disposición para evitar que una persona ingrese en la cárcel: escuelas, talleres, centros nutricionales y catequesis.
En la Provincia mercedaria de Aragón estamos presentes en 34 cárceles y atendemos a 45.976 presos. Les damos apoyo espiritual, psicológico, jurídico y material.
Una vez fuera de la cárcel no es fácil encontrar salidas afectivas ni laborales. Muchas personas se encuentran sin hogar, sin familia y sin trabajo. Retomar la cotidianidad representa un gran reto.