Las comunidades en la Merced no son perfectas, pero sí he experimentado normalidad y naturalidad, donde hay un esfuerzo en que tengan olor a hogar. Unas comunidades donde se comparte vida y carisma, donde se comparte fe y nuestra razón de ser y trabajar. Aunque los mercedarios hemos renunciado a formar un hogar, según el concepto clásico, no renunciamos a tener sentimientos de hogar, de calor, de ternura, de libertad. Queremos despertar en la gente “mirad cómo se aman los hermanos”, en comunidad, que es nuestro hogar.
El carisma de redención nos lleva a vivir esta opción por los cautivos, primero por el hermano que está en mi comunidad. Ser redentor de cautivos es hacer opción también por mis hermanos de comunidad. Vivir en comunidad en la Merced es comprometerse especialmente en la caridad y misericordia con los de casa, con los hermanos que comparten mi caminar. La Merced necesita consagrados que trabajen sin descanso, no solo en el trabajo apostólico o en las tareas desbordantes en los límites, sino también hacia adentro, por la vida comunitaria.