En los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11), escrito por san Lucas, leemos como esta efusión del Espíritu Santo hace de la fe y del mensaje de Jesús un mensaje universal, que todos son capaces de entender. Aunque hay personas venidas de muchos sitios y cada uno habla en su idioma, todos son capaces de entender el mensaje.
Y el mensaje es entendible, por que el mensaje de Jesucristo es un mensaje de amor, y el amor no entiende de idiomas.
Todos son capaces de entender que Jesucristo murió en la cruz por cada uno de ellos, que nuestro Dios nos ama tanto que es capaz de entregar a su propio Hijo por nuestra salvación, que nuestro Dios no se cansa de perdonarnos, que el amor actúa y se hace patente en las obras de misericordia.
Por eso, cuando amamos estamos transmitiendo el mensaje de Jesús al mundo. Decía san Agustín: ama y haz lo que quieras.
Por que si somos capaces de amar cómo lo hacía Jesús, entonces comprenderemos cual es nuestra misión.
Y para eso, debemos dejar que el Espíritu entre en nuestro corazón.
El Espíritu quiere entrar en nuestra vida, pero como Dios nos ha hecho libres, primero nos pide permiso para entrar en nosotros.
San Pablo en su Carta a los Corintios (12, 3b-7. 12-13) nos dice que: el Señor tiene un proyecto para cada uno de nosotros, el Señor cuando nos creó, nos creó para algo concreto, para un carisma y con unos dones para ponerlos al servicio de los demás y para poder realizar el proyecto que Dios soñaba para cada uno de nosotros.
Pero como sabemos, el Señor no impone, el Señor nos propone y nosotros desde la libertad podemos decirle sí o decirle no.