Crónica de la Misa exequial por el P. Joaquín Millán
¿Funeral, festejo, homenaje? Todo junto, canto a la vida. Eso, canto a la vida nueva, a la vida buenaventura, a la vida anhelada. Ciento veinte asistentes, veintiún celebrantes, estudiantes y novicios mercedarios, religiosas de la Consolación, de la Pureza de María, Josefinas, Franciscanas de san José, Claretianas, Compañía de Maria, Sociedad del Sagrado Corazón, Hospitalarias,
La coral canta: Dios del cielo, Señora de la altura. Nuestro amigo escala la montaña, por él te rogamos, Virgen del otero. Mientras introducimos a fray Nelson hasta el altar. Fray Ruben presenta su retrato, una espontánea deposita a sus pies un hermoso ramo de rosas blancas, y toda la concurrencia nos fundimos en emoción, suspiros, lágrimas. Él sonríe, en ese retrato de feliz fraile blanco, enmarcado en cimbras monacales y cipreses altivos, acariciado por el seto de arrayanes y alfombra de violeteras. En todo el templo se perciben los jipidos y llantos de la pequeña Isa.
Abre Crístian con la perspectiva del cielo nuevo. Enuncia fray Kevín los gozos del Apocalipsis, recuerda el padre Millán: Lo he traído a mí, porque el Padre me lo ha entregado.
El padre José Juan saluda emocionado y da las gracias. Pondera el asombro que nos ha causado la ida de fray Nelson; hace medio año aquí mismo le vestía el hábito con que ahora se ha presentado ante el Señor para estrenar la vida nueva. Vive para Dios, lo sabemos. Pero qué dura es la despedida, qué crudo desprenderse de un hermano, joven además y del que se espera todo. Es penoso oficiar sepelios como sacerdotes, porque te aflora el sentimiento de los allegados que se quedan, pero esto es más patético, lo realizas con el corazón partido por lo que te toca el que se va. La muerte lo arrasa todo, acongoja, cercena en unos instantes. Mas nos aviva la Palabra, en fray Nelson se realiza el apocalipsis, es el trigo que se ha podrido para germinar en espiga, es la persona nueva. En este santuario vivía feliz, comunicaba felicidad, se preparaba para dar fruto de bondad. Hace pocos días gozaba oyendo hablar de los marginados, de los encarcelados como proyecto de vida. Pero el Señor, no entendemos porqué, lo ha encontrado maduro, y lo ha cosechado ya. Hermanos, la vida es un ir madurando, poco a poco, para acabar en los brazos del Padre.
Jesús Matías se hace voz de la asamblea, en la oración de los fieles, demandando al cielo reposo eterno para fray Nelson, serenidad para su familia, vocaciones para vida religiosa, paz para el mundo desbaratado, esperanza para los atormentados…
Mientras se preparan las ofrendas para el sacrifico por Nelson y con Nelson, el coro canta: El Señor es mi fuerza; el Señor es mi canto; en Él está la salvación; en Él confío y no tengo miedo. Los veintiún sacerdotes, consagrando el pan y el vino, inmolamos al Salvador para la salvación del Novicio. Los mementos corren a cargo del padre Francisco y del padre Justo. Toda la gran asamblea nos apiñamos para clamar: Padre nuestro que estás en los cielos… venga a nosotros tu reino… líbranos de todo mal.
Mientras comulgamos, los novicios, convencidos, enardecidos, cantan con sus guitarras y a pleno pulmón: Todo mi ser canta hoy, por las cosas que hay en mí. Gracias te doy, mi Señor, Tú me haces tan feliz. Tú me has regalado tu amistad, confío en ti, me llenas de tu paz. Tú me haces sentir tu gran bondad, yo cantaré por siempre tu fidelidad. Gloria a ti, Señor, por tu bondad, gloria, gloria, siempre cantaré tu fidelidad.
Ha llegado el momento de la despedida. El padre Provincial, embargado, recita las precedes de ritual: Al paraíso te lleven los ángeles… Estamos seguros de que realmente has ascendido al paraíso, acogido por el cariño de la Madre tierna de la Merced, juntamente con Pedro Nolasco, Ramón Nonato y un montonón de frailes blancos; tu familia nueva. El padre Francisco rocía el ataúd con el agua que recuerda tu consagración bautismal; el padre Justo te inciensa, qué menos, pues eres ya bienaventurado.
Querríamos todos decirte algo, pero son nuestros pregoneros Josep María Pinyol y fray Joheiner Ballesteros: Aquel te dice en nombre de la coral que: éste es un adiós difícil; te deseamos un buen viaje, has sido un gran valor en nuestro coro; nunca hubiéramos imaginado este final. Con tus cantos, con tus ojos, con tu prudencia has dejado una marca muy personal; dejas un hueco difícil de llenar.
El Novicio te habla en nombre de la comunidad. Nunca imaginábamos este momento, pero ahora nos apercibimos que Él te esperaba; te iba preparando, porque vivías en plenitud tu vocación; hablabas como un bendito, orabas con intensidad… preparaste ilusionadísimo este belén grandioso que conservamos aquí; te deparó la alfombra preciosa de la nieve para que llegases a Él gozoso. Te prometemos que seguiremos tus huellas. Quiero ahora, Nelson dedicarte una balada que he compuesto con añoranza para ti.
El coro nos pone la carne de gallina con este canto de despedida: Tu sonrisa perdura en nosotros, ya te marchas, te alejas de aquí ,pero el valle que sabe tus penas brillará en tu camino, al partir.
Y te conducimos en procesión hasta las puertas del templo, con la ilusión de que muy pronto te recibirá tu madre y toda la familia.
Sacerdotes y religioso asistentes: Religiosos mercedarios: Provincial José Juan Galve, P. Jesús Roy, P. Luis Alberto Cáceres, fray Diego Pepio. Provincial de Castilla P. Justo Linaje. Comunidad de Valencia: P. Juan Lorenzo, P. Joaquín Pina. Comunidad Valle Hebrón: P. Jesús Bel, P. José Mª Carod. Comunidad de El Puig de Santa María: P. Manuel Angles, P. Cristian Peña, fray Ruben Dario. Comunidad de Lleida: P. Vicente Zamora, P. Carmelo Portugal, P. Nacho Blasco. Comunidad de Castellón: P. Paco Sanz. Comunidad de Sant Ramon: P. Francisco Marín, P. Joaquín Millán, Novicios: Kevin Cusch, Omar Alcántara, Jhoeiner Ballesteros, Javier Sotelo, Víctor Macario, Carlos Ordoñez.
Benedictino de El Miracle: P. Jorde Castanyer. Sacerdotes de Cervera: Mn. Xavier Romero, Mn. Eduardo Ribera, Mn. Mariá Casals, Mn. Jaume Vilardell; de Tárrega: Mn. Josep Mª Vilaseca.