Cuando Dios te llama, no hay marcha atrás.

Fray Abel Pérez Villegas es un ejemplo de humildad y tenacidad. Con orgullo nos habla de sus raíces, de haber crecido en una familia numerosa, de su pueblo natal, de los esfuerzos que tuvo que hacer para poder ir a un aula de clases y de cómo llegó a su vida la llamada a la vocación religiosa.

No todo en la vida se consigue fácil y eso lo sabe Fray Abel Pérez Villegas, quien nos contó un poco de su vida, lo que le costó convertirse en profesional y cómo fue que Dios le llamó a la vocación religiosa ¡Esta es su interesante historia!

¿Cómo lograste terminar el colegio (instituto), convertirte en profesional y luego ser sacerdote?

Creyendo en lo que quería y confiando siempre en Dios todos sus proyectos.

Su vena de humildad se refleja desde el día que vino a este mundo, el 20 de julio de 1980, cuando su abuela, «comadrona», ayudó a su madre en el parto, en la misma casa donde posteriormente se crio, en Uspantán, Quiché, Guatemala.

Dorotea Villegas Montufar y Tranquilino Pérez Ramírez (fallecido en 2015) formaron un hogar con 11 hijos.

«Me siento muy orgulloso de pertenecer a una familia numerosa

La abundancia de hermanos es abundante bendición. La unidad que tenemos se la debemos a los valores inculcados por mis padres que aun siendo de escasos recursos económicos supieron darnos lo mejor que es el amor de padres y la buena enseñanza en valores es la que ha hecho de nosotros una familia en armonía y en paz con Dios y con los demás.

En aquella época, en dicha región, no era común que todos fueran al colegio y terminaran siquiera los estudios primarios, sin embargo Abel marcó la diferencia. De lunes a viernes caminaba 14 kilómetros para llegar al pueblo y poder terminar la educación básica; luego asumió riesgos y responsabilidades y decidió emigrar a la ciudad, donde terminó el bachillerato.

Siempre fui trabajador-estudiante antes, durante y después.

Tuve la bendición al cumplir los 18 años de ingresar a una empresa muy reconocida en el país en la que inicié como auxiliar de producción y a la vez estudiaba el bachillerato, en plan fin de semana.

Al terminar el colegio dejé un año sin estudiar (para ahorrar un poco de dinero), y al siguiente año hice los exámenes de audición en la Universidad Nacional de Guatemala, (que por cierto es muy complicado ganarlos) los cuales pasé.

Empecé en una ingeniería pero luego me cambié a Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, carrera que cerré, aunque nunca me gradué ni la ejercí oficialmente pues mi trabajo no tenía nada que ver con la carrera. Eso sí, disfrutaba lo que hacía: en la empresa estaba como ‘analista de laboratorio, control de calidad catador, y análisis microbiológico’ y en la parroquia colaboraba en el área de relaciones públicas, organización de eventos, coordinación de medios y comunicación etc., por esto siempre me sentí realizado y pleno.

Dios le llamó a la vocación religiosa

A pesar de sus esfuerzos por brillar en distintas áreas, Dios tenía para Abel otro camino.

Fue precisamente en una actividad de la Pastoral Juvenil de su parroquia en la que escuchó la ‘llamada’ a la vida religiosa.

Estaban en un sitio llamado Colomba Costa Cuca, Coatepeque, retirado de la ciudad, cuando sintió algo extraño que pasaba por su mente, que le hacía feliz pero que no encontraba realmente su significado.

Es que estar compartiendo con otros jóvenes la alegría de ser católico y disfrutar tanto de una manera sencilla llevando el Evangelio a aquellas personas que desde el rincón de su casa te esperan como si fuera el mismo Jesús el que llega a su casa, eso te cambia la vida y te da motivos para enamorarte más de Jesucristo. Tengo como base el pasaje del Evangelio que dice «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio» (Mc. 16, 9-15).

Se hizo mercedario

Fray Abel Pérez Villegas confiesa que poco sabía sobre la Orden de La Merced, por el sacerdote que siempre celebraba la misa “de él sí sabía que es mercedario”.

Cuando regresó de la actividad con los jóvenes de la pastoral se acercó a él, al Padre Javier, a quien le contó lo que había sentido y lo que quería en ese momento: ser misionero.

Pero le impresionó su reacción: “¿Y por qué no te haces mercedario?”. Desde ese instante estuvo pendiente del joven hasta que acudió a un retiro vocacional.

Allí, según contó, no se sintió muy bien porque la mayoría de participantes tenían entre 17 y 18 años, y él ya contaba con 28, pero finalmente se dio la oportunidad de conocer más sobre la Orden Mercedaria y así fue como a los tres meses tomó la gran decisión de su vida.

Fray Abel Pérez Villegas renunció

Ha tenido la oportunidad de nutrir su vocación religiosa a través del compartir con sacerdotes mercedarios con varios años de pastoral.
Ya conociendo el carisma mercedario y convencido de que este sería su base en una futura vida religiosa, renunció a su trabajo y dos meses después ingresó al seminario mercedario, “porque cuando Dios te llama no hay marcha atrás”. Allí, desde sus primeros días, experimentó un cambio de vida radical.

“En mi trabajo era muy feliz en lo que hacía, ganaba muy bien y no tenía ninguna responsabilidad o dependencia, todo lo que ganaba era únicamente mío.

“Me gustaba vestir y calzar bien, salir de fiesta, bailar y disfrutar la juventud socialmente con amigos y amigas; nunca tuve vicios aunque siempre me gustaba tomar una cerveza o bien un tequila jejeje”.

Al ingresar al seminario todo eso lo tuvo que dejar y lo que más le costaba era pedir permiso para salir, informar si quería comprar algo, pues después de 10 años laborales en la misma empresa tenía su propio dinero.

Precisamente supo administrar bien su dinero y ahorró por si por alguna circunstancia no le “iba bien en el seminario”.

“Nunca me sentí una carga económica para la Orden, a pesar de todo la misma Orden te provee todo lo necesario, que no tienes porque sufrir por algo que no es de utilidad. La Orden educa desde la libertad, con responsabilidad, y si sabes llevar la vida religiosa desde el primer día que ingresas, te vas dando cuenta que “más que dejarlo todo por seguir a Cristo, es ganarlo todo con Cristo, y eso te basta”.

Llegó el gran día

Luego de varios años de discernimiento y de convencerse de su vocación, llegó el día esperado, su ordenación sacerdotal efectuada el 8 de julio de 2017.
Ese sábado reinaba en su corazón varios sentimientos: nervios, emoción y confianza que le proporcionaban sus allegados quienes se esmeraron por prepararlo todo con dedicación.

“Mi celebración fue una bendición, fue algo que siempre soñé y doy gracias a Dios por ello, siempre dije que quería algo sencillo pero que estuviera mucha gente, y mis hermanos mercedarios se encargaron de todo, ver tanta gente (más de 1500 personas) me dio mucha alegría y confirmé una vez más que Dios hace las cosas a la perfección.

“Después tuve más nervios en la primera misa que me tocó hacer solo en el mismo lugar de la ordenación, porque siempre me he considerado una persona perfeccionista, con miedo a hacer las cosas mal.

“El enfrentarme al misterio de Cristo fue una felicidad enorme que no puedo explicar, porque más que una experiencia es una vivencia muy personal”, narró con sentimiento.

Un sueño hecho realidad…

El Padre Abel Pérez Villegas es muy querido en su tierra guatemalteca.

Como muchos jóvenes, Abel Pérez Villegas tenía un proyecto de vida. Quería casarse, tener tres hijos (estuvo a punto de casarse a los 23 años), ser profesional, tener su propia casa, su empresa, viajar por el mundo, crear proyectos para jóvenes de escasos recursos y, en su caso, ser gerente de la empresa en la que laboraba, objetivo que estaba seguro de alcanzar porque siempre tuvo ascensos y lograba lo que se proponía.

Su anhelo se hizo realidad, pero como Dios lo quiso, “Hoy puedo decir que tengo muchos hijos espirituales, me casé con la Iglesia, soy profesional, y no tengo una sola casa, tengo muchas en distintos países donde se encuentra la Orden de La Merced; no soy gerente de una empresa, pero sí soy Sacerdote de la Iglesia.

“He viajado y conocido varios países, y la Orden me ha dado la oportunidad de ayudar desde lo espiritual a mucha gente ¡qué más puedo pedir!”.