Fray Andrés Jaimes Carrillo nació el 7 de diciembre de 1994 en San Cristóbal, Estado Táchira. Aunque vino al mundo en tierras venezolanas, siempre dice con orgullo que es hijo de la frontera colombo-venezolana.

Viene de una familia con un fervor católico muy grande. Desde niño rezaba el Santo Rosario junto con su abuela, su madre y su hermana.

Desde los 7 años sintió la inquietud vocacional siendo monaguillo del Pbro. José Luis Jaimes.

«Verdaderamente la niñez es una etapa muy bella y más teniendo la enorme bendición de crecer en una parroquia de la que tengo los mejores recuerdos de mi infancia. ¡Además de jugar a celebrar la misa!».

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Fray Andrés Jaimes Carrillo el día de su Primera Comunión.

A sus 12 años, en una toma vocacional, fue invitado al Seminario Menor de la Diócesis de San Cristóbal. Sin pensarlo dos veces, decidió embarcarse para luchar por ese llamado de Dios.

Pero no fue ahí donde se inició su vocación religiosa. Debido a su corta edad, y a estar lejos de la familia, en un ambiente donde se les permitía llamar a casa una vez por semana, se frustraron muchísimo sus planes, tanto que se dijo a sí mismo: «esto no es de Dios». Y se retiró.

Como un chico común y corriente empezó a estudiar en el colegio privado Fermín Toro, dejando de lado un poco la Iglesia como institución.

Estando en ese proceso de colegio, en Rubio, Estado Táchira, inició, como muchos adolescentes, a experimentar el ambiente de calle.

Tuvo novias y disfrutó de las tradicionales fiestas de 15 años, propias de la edad y de la cultura colombo-venezolana.

Fue en esos años en los que Fray Andrés Jaimes Carrillo pudo ser testigo de cómo la violencia y el contrabando azotaban a su pueblo, Junín.

Vio cómo el terror se apoderaba de su población a manos de los «paracos» (paramilitares) y grupos de delincuencia común denominados ‘los rastrojos’ o «las águilas negras».

«Pensé que estar en la calle hasta horas de la madrugada no era vida ¡Y una vez más sentí la necesidad de buscar a Dios!», explica el religioso mercedario quien aún se encuentra en proceso de formación en el Seminario San Pedro Nolasco de Mixco, Guatemala.

Fray Andrés Jaimes Carrillo inicia en su vocación mercedaria

Entonces se incorporó en la parroquia del Santísimo Sacramento. Siendo sacristán allí, cierto día leyendo la Biblia, se encontró con un tríptico vocacional sobre los religiosos mercedarios.

Así fue como inició un seguimiento vocacional intenso de la mano de Fray Héctor Flores y Fray José Castaño, en el Seminario San Pedro Nolasco, en Palmira, Táchira.

Por ese entonces había manifestado a su familia que quería estudiar Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Católica del Táchira. Sabía que contaría con el apoyo de ellos ¡Desde luego ellos con mucho orgullo le inscribirían en esa institución privada!

Pero llegando a quinto año de bachillerato empezó a sentir esa llamada vocacional con una intensidad tremenda que, asegura, no tuvo palabras para describirlo.

De inmediato le comunicó a su familia su deseo de irse al seminario y la respuesta era de esperarse.

«Se entristecieron mucho porque ya una vez no había salido con nada y pensaban que era tal vez una decisión infantil. Sin embargo, al final me dijeron: «Andrés, lucha por tus sueños. Si tú sientes esa inquietud vocacional, anímate que nosotros te apoyamos los caminos de Dios son los mejores» …Y sin duda son los mejores», añade el joven, quien en julio de 2012 recibió el título de Bachiller de la República Bolivariana de Venezuela.

Ingreso en el seminario mercedario

A los pocos meses de haberse graduado bachiller, Fray Andrés Jaimes ingresó al Seminario San Pedro Nolasco, exactamente el 16 de septiembre del 2012.

Allí estudió Filosofía durante tres años y luego partió a España, donde hizo el año de noviciado en el Santuario de San Ramón Nonato, Lleida.

En tierras de Nolasco empezó a mirar cómo Dios se hacía presente en las cosas pequeñas. Entonces aprendió a hacer de su día a día algo extraordinario en lo ordinario de la vida.

Pero no todo brilló en ese año. Fue duro enterarse del fallecimiento de su abuela Luisa (clave en su formación cristiana) y no poder acompañar a su familia en su sepelio. Indiscutiblemente era difícil en este instante cruzar el Atlántico para lograrlo.

Sin embargo, al perder un familiar, ganó otros integrantes de familia. Durante ese momento gris se sintió apoyado, rodeado y respaldado por la fraternidad de sus hermanos religiosos.

«Esos días recordé las fuertes palmadas de mi abuela, que cuando viajé a España y como buena nortesantandereana* me dijo: “¡Mucha fortaleza en Dios que usted ya no es de nosotros sino de la Virgen María! ¡Ánimo!».

Y así, con la calidez de sus compañeros, terminó el noviciado en España hasta hacer su Primera Profesión de Votos Simples.

Actualmente sigue formándose en el Seminario San Pedro Nolasco, en Guatemala.