Los estudios de primaria y secundaria los realicé en un instituto católico pero los inicios del discernimiento vocacional los sitúo personalmente en la adolescencia, donde fuimos invitados asistir con el grupo de amigos a las actividades de los diferentes movimientos eclesiales de la parroquia, de donde nacieron grupos de adolescentes que nos reuníamos semanalmente en la iglesia.
En el año 2000 comencé asistir a Misa diaria para rezar por la vocación de mi tío, por su perseverancia en el seminario, recuerdo que llamó mi atención lo que hacían unos jóvenes un poco mayores que yo que ayudaban al padre en el altar, así que les pregunté si me podían enseñar y me respondieron que sí, que me preparara para comenzar la siguiente semana, serví como monaguillo en la parroquia por cinco años hasta que marché al seminario; mi tío estuvo seis meses en el seminario, para mí fue un duro golpe, una desilusión su salida del seminario, pero Dios nunca abandona y supo mantenerme unido a Él en la iglesia valiéndose de muchos medios: catequesis de Confirmación, escuela de teología los fines de semana, monaguillo, grupos juveniles, campamentos, apostolados, retiros, convivencias, excursiones; recuerdo que los tiempos de vacaciones del instituto los pasábamos ayudando en la parroquia en labores de limpieza, montar los belenes en los templos, preparar pastorela de Navidad, cursos de verano para niños que ofrecíamos gratuitamente desde la parroquia a los cuales se apuntaban un gran número de niños de nuestro barrio, los monitores éramos los jóvenes de la parroquia.