Paladeamos la salmodia del Santo aspado y al contado de la lectura breve, por cierto bien adecuada al momento (Cristo ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores...), el padre Superior interpeló a Fray Mario de Jesús, que, sin titubear, aclaró querer ser admitido a seguir a Cristo en la Orden de la Merced.
El padre Francisco le evocó la asistencia maternal de María, en esta su Orden, la protección de san Ramón, que exalta este lugar sagrado, la ejemplaridad del patriarca Pedro Nolasco, que se entró sin regateos a los pobres. Oró luego al Señor de quien procede toda vocación santa, y vistió a Mario, ayudado del padre Joaquín. Seguidamente lo confió al padre Maestro. En las preces recordamos a nuestros enfermos y a los difuntos allegados. El canto del Magníficat fue broche de oro. Para remate, numerosas fotografías, y una cena diferente con tertulia de ricas evocaciones.
P. Joaquín Millán